El Dictamen; la lección política de Ahued

Prosa Aprisa/Por Arturo Reyes Isidoro.

Cuánto alienta, por la pobreza en que ha caído el ejercicio de gobernar, que de pronto surjan figuras que nos recuerden, que nos digan que no todo está podrido en Dinamarca.

Ayer el senador Ricardo Ahued Bardahuil dio muestras de lo que debe ser un representante popular comprometido con la armonía de su Estado, con altura de miras, cuando sin tapujos, a nombre suyo y de su familia, expresó su abierta felicitación a El Dictamen con motivo de su 122 aniversario.

Un hecho aparentemente tan simple lavó la cara de MORENA y cubrió la grave falta política del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, a quien correspondía la primera y más destacada felicitación, con un ánimo de conciliación y una muestra de respeto a la libertad de expresión luego de un incidente entre ese medio y el secretario de Gobierno en el que, en apoyo a este, se involucró el propio mandatario.

Lo propio de un político con tablas, digno de la mejor clase política veracruzana, era que hubiera acudido en persona a felicitar no solo a las directivas del medio sino hasta al más modesto trabajador y hubiera aprovechado esa gran caja de resonancia que es El Dictamen para reiterar y asegurar su total respeto a la libertad de expresión en Veracruz, para ofrecer todas las garantías de seguridad para los reporteros veracruzanos y para renovar su ofrecimiento de que no quedarán impunes los casos de agresión contra periodistas de diversos puntos de la entidad.

Nunca es aconsejable en un político que se precie de serlo, menos si es gobernante, en aras de la unidad de su pueblo, convertir en personales las diferencias y guardar rencores que envenenan el alma. Ayer se dio y se dejó perder la oportunidad para zanjar cualquier mal entendido; para, como se dice en el argot político, aclarar paradas entre dos instituciones, una periodística otra de gobierno, y acordar un trabajo conjunto, dentro de los límites legales y éticos de una y otra, pensando en el bien de Veracruz.

Porque no se trataba solo de las Berthas, Malpica Martínez de Ahued y Bertha Ahued Malpica –de todos mis respetos y admiración–, sino de lo que es una institución y un símbolo no solo del puerto jarocho sino de Veracruz, un referente en el plano nacional e internacional, un libro de registro de 122 años de historia, del decano de la prensa nacional y, como lo recordó ayer Ahued, el segundo medio más longevo de América Latina.

Comenté ayer en “Prosa aprisa” que al gobierno deben llegar políticos probados, con experiencia, porque –apunté– los Ricardo Ahued (de simple ciudadano y comerciante pasó a convertirse en el gran político que es) son una verdadera excepción y no se dan todos los días.

Con su felicitación de ayer dio muestras de sensibilidad y delicadeza política al hacer personal y familiar su mensaje a las directivas del medio y sus familiares más cercanos, dio muestras de conocimiento de la historia periodística de El Dictamen, se alzó por encima de los gobernantes de su partido en sus pendencias, y, sin duda, tendió un puente de entendimiento entre ese medio y la instancia federal que necesariamente alcanza al presidente Andrés Manuel López Obrador. Si aquí cierran las puertas al diálogo y al entendimiento para superar diferencias, él las abre, más cuando el presidente y su partido van a necesitar de los medios ante un proceso electoral que se les ve venir complicado. Actuó también con sensibilidad política, qué duda cabe.

Pero, además, apuntó algo que ningún gobernante ni líder político en Veracruz debe perder de vista jamás: que hasta ahora El Dictamen y la familia Malpica “han sabido sobrepasar tempestades con su ánimo de lucha”. Así es. En cuatro años los que ahora gobiernan se irán y el periódico permanecerá y seguirá escribiendo y registrando la historia. El amago, la presión que recibieron como represalia a través de la Subsecretaría de Ingresos de la Sefiplan habrán de superarla como han superado otras “tempestades” (este apuntamiento de Ahued vale para todos los medios independientes y plurales que han sobrevivido y seguirán sobreviviendo a todos los hostigamientos oficiales).

¿Pero es que Ricardo sabe tanto de historia, de historia de medios, al grado de conocer nombres y apellidos como en el caso del cotidiano que nos ocupa? No que lo minusvalore, pero creo que no. Un hombre tan ocupado en sus empresas comerciales y ahora políticas no tiene tiempo para tanto. Y aquí surge otra virtud que tiene: la de saberse asesorar y la de saber escuchar, lo que connota humildad, esa que cuánta falta le hace a la mayoría de los políticos.

Por mi experiencia en áreas de prensa en el servicio público me atrevo a pensar que tiene un muy buen equipo de asesores que le sugieren, que le proponen, que lo instruyen, que lo tienen al tanto, pero además a los que escucha y hace caso. Por eso sus aciertos. Navega con rumbo porque se guía con brújula y no deja el timón en manos de inexpertos e improvisados.

Es una figura política estelar y especial, que, además, no pierde sus objetivos, uno de ellos defender las causas populares, la de sus representados, que con su voto le dieron el escaño que ahora ocupa; defensa aun cuando tenga que enfrentarse al poder mismo del que forma parte.

Ya es historia que como diputado federal votó en contra del alza al IVA, en defensa de la economía popular, aun cuando sus demás compañeros entonces se echaron para atrás y lo dejaron solo; ya es sabido que ahora mismo pugna por una reclasificación de las tarifas de energía eléctrica, para que las bajen. Ayer, seguramente con el disgusto del coordinador de la bancada de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, se unió y votó a favor de una solicitud de consulta popular, propuesta por el PAN, sobre el ingreso básico universal.

Salvo él, y Armando Guadiana de su partido, se unió a los 13 senadores del PRI, a los tres del PRD, y a uno de MC. Si hubiera sabido que la propuesta no beneficiaría a los mexicanos, no la hubiera apoyado.

De su corta pero intensiva carrera política se ha escrito ya varias veces. No ha perdido una elección e incluso se dio el lujo de decirle no a los gobernadores Fidel Herrera Beltrán y Miguel Ángel Yunes Linares (uno priista, el otro panista) cuando le ofrecieron un cargo en sus administraciones.

Autocrítico con el PRI, cuando consideró que el país iba mal y que su entonces partido y la clase política del mismo no corregían el rumbo ni se corregían, que mantenían los mismos vicios y abusos del poder, se hizo a un lado y no quiso validar el estado de cosas que entonces prevalecía.

Las circunstancias hicieron que hace tres años, el 3 de septiembre de 2017 se sumara al movimiento de Andrés Manuel López Obrador y llegara al Senado postulado por Morena, su partido ahora.

Días antes, el 30 de agosto, la Sección Kiosko del diario El Universal comentó que AMLO se sacaba la lotería sin comprar boleto con la adhesión de Ricardo.

Tras mencionar que no lo querían muchos políticos, pero sí el pueblo, y que dejaba el partido que lo veía con recelo, pero lo utilizaba moralmente para apuntalar campañas electorales, señaló: “Nos comentan que aprovechando que ha logrado las más altas votaciones, los morenistas le ofrecieron la candidatura a la gubernatura, la cual rechazó; por lo que su futuro podría estar en un escaño del Senado”.

Desde este espacio, mi felicitación a la familia de El Dictamen. Larga vida y mi solidaridad y simpatía de siempre.

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